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Flavio Sosa propone acciones para pacificar Oaxaca

La presente es una solicitud para que, cuanto antes, tomemos acciones para pacificar a nuestro estado. Ya vivimos en el imperio de la violencia, sólo parcialmente controlado por las culturas comunitarias, ahora también vulneradas por este nuevo contexto social. No esperemos a vivir bajo fuego.
DIP. PÁVEL LÓPEZ GÓMEZ
PRESIDENTE
COMISIÓN PERMANENTE DE DERECHOS HUMANOS
H. CONGRESO DEL ESTADO DE OAXACA
P R E S E N T E
Compañero:
La presente es una solicitud para que, cuanto antes, tomemos acciones para pacificar a nuestro estado. Ya vivimos en el imperio de la violencia, sólo parcialmente controlado por las culturas comunitarias, ahora también vulneradas por este nuevo contexto social. No esperemos a vivir bajo fuego.
Es cierto que el fenómeno no es privativo de Oaxaca, y que el país entero vive convulsionado por las manifestaciones brutales que la violencia ha adquirido en los últimos años, y que se extrema día con día. Ello, sin embargo, en lugar de sumirnos en la impotencia debe llamarnos a la acción urgente. ¿Qué hacemos y qué haremos nosotros, oaxaqueños, por impedir que nuestro estado se convierta en el nuevo Sinaloa, en el nuevo Chihuahua o Nuevo León?
Además, en Oaxaca la violencia nos muestra signos que debemos tomar como preocupantes. No me refiero solamente a los al menos 21 asesinatos por conflictos agrarios cometidos este año, o las más de 300 muertes que históricamente han ocurrido por las mismas razones tan sólo en una pequeña zona de la Sierra Sur. Tampoco al conflicto de 2006, que nos dejó más de 20 muertos y secuelas patrimoniales, sociales y humanas que aún perduran. Hablo del contexto cultural en el que es posible que la sangre siga corriendo en Oaxaca.
Vivimos violencia en las elecciones y después de las elecciones; violencia contra las mujeres, que tan frecuentemente deriva en su asesinato;  violencia por el uso indebido de la fuerza pública; violencia por el control político de zonas hundidas en la miseria; violencia por la posesión o el aprovechamiento de los recursos naturales; violencia caciquil y violencia para liberarse de éste; violencia por intolerancia religiosa, por intolerancia a la diversidad, por homofobia.
Las niñas y los niños de Oaxaca viven permanentemente en un entorno de violencia: violencia de las instituciones, de la familia, de los hermanos y de los pares. Todas las condiciones puestas para la reproducción de círculo perverso de la violencia. ¿Cómo pensar que de este contexto puedan nacer la tolerancia, el diálogo, el respeto mutuo? ¿Cómo pensar en un futuro de paz si las raíces abrevan del terror y la ley del más fuerte?
Esto, no sobra decirlo, pone en riesgo no sólo la gobernabilidad en el presente régimen, sino la viabilidad de Oaxaca como sociedad.
Por ello considero necesario retomar los planteamientos que se han formulado en el ámbito internacional, particularmente los de la Resolución 53/243 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, de 1999, que busca instaurar el respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación.
Dicho instrumento establece diversas medidas para promover una cultura de paz por medio de la educación, entre ellas “Velar por que los niños, desde la primera infancia, reciban instrucción sobre valores, actitudes, comportamientos y estilos de vida que les permitan resolver conflictos por medios pacíficos y en un espíritu de respeto por la dignidad humana y de tolerancia y no discriminación”. En el contexto oaxaqueño, la aplicación de este precepto es indispensable y urgente.
Es cierto que la educación no lo hace todo. La misma declaración de Naciones Unidas, con el objetivo de instaurar la cultura de la paz, prescribe la necesidad de establecer medidas efectivas para promover el desarrollo económico y social sostenible; garantizar la igualdad entre mujeres y hombres; promover la participación democrática; promover la comprensión, la tolerancia y la solidaridad, y garantizar la libre circulación de la información y el conocimiento. Y esto, sin embargo, no es suficiente.
Así, junto con un nuevo régimen gubernamental que tenga como base de su acción el empoderamiento popular y el mejoramiento de las condiciones materiales de vida, es necesario cultivar, principalmente entre nuestras niñas y niños, una cultura de paz.
Mi solicitud, pues, consiste en que las comisiones permanentes de Educación Pública, de Cultura y de Derechos Humanos, de manera conjunta convoquemos y  realicemos un foro o panel de expertos internacionales, nacionales y locales que analicen la viabilidad de establecer los contenidos de Cultura de Paz como una materia obligatoria en la educación básica que se imparta en el estado de Oaxaca.
Esto, desde mi perspectiva, debe ser acompañado por un foro sobre experiencias comunitarias de resolución no violenta de conflictos, con el fin de analizar cómo entran o pueden entrar en juego los factores culturales de nuestras comunidades tradicionales al momento de dirimir, sin violencia, las diferencias y la conflictividad.
Lo que ponen en evidencia las sociedades violentas es una carencia esencial de educación. Sin educación no puede perpetuarse la cultura, y sin cultura ni educación el hombre regresa a la barbarie de las cavernas. En una sociedad así, pervertidos los valores esenciales del humanismo, las y los ciudadanos están condenados a vivir bajo la inseguridad y el temor.
Bajo el imperio del temor no puede haber justicia; la intolerancia desplaza a los acuerdos y las libertades se reprimen. La cultura de la violencia es, por tanto, la negación de la auténtica cultura. Sin una ética reguladora de la violencia se pierde la civilidad indispensable para una convivencia armoniosa. Por eso en las sociedades más evolucionadas, que se sustentan sobre un modelo educativo con principios y valores, la violencia tiende a desparecer, y los jóvenes se entregan a la creación y al sano esparcimiento en vez de degradarse en prácticas destructivas.
La superación de los conflictos por la vía pacífica debe ser la pauta de la convivencialidad futura. Esto no significa una renuncia a las luchas legítimas por un mejor nivel de vida, sino un cambio radical de perspectiva en la manera de obtener las transformaciones sociales indispensables para alcanzar una vida digna, una vida acrisolada en los valores éticos y espirituales que deben ser el eje rector de la escuela y la familia.
Hagamos nuestra parte por que en Oaxaca se revaloren el diálogo y la cooperación. Hagamos lo que nos toca por revalorar la vida y el futuro.
Fraternalmente,
SUFRAGIO EGECTIVO, NO REELECCIÓN
“EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”
DIP. FLAVIO SOSA VILLAVICENCIO
PRESIDENTE
COMISIÓN PERMANENTE DE CULTURA
c.c.p. Dip. Eufrosina Cruz Mendoza, presidenta de la Mesa Directiva. Para su conocimiento.

c.c.p. Dip. Carol Antonio Altamirano. Coordinador parlamentario. Para su conocimiento.
c.c.p. Dip. Hita Ortiz Ramírez. Coordinadora parlamentaria. Para su conocimiento.
c.c.p. Dip. Juan Mendoza Reyes. Coordinador parlamentario. Para su conocimiento.
c.c.p. Dip. Margarita García. Coordinadora parlamentaria. Para su conocimiento.
c.c.p. Dip. Martín Vásquez Villanueva. Coordinador parlamentario. Para su conocimiento.
c.c.p. Dip. Carlos Hampshire. Para su conocimiento.
c.c.p. Gabino Cué Monteagudo, gobernador constitucional. Para su conocimiento.
c.c.p. Expediente.

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