Notas del día, Opinión

Cuando el pez grande se come al chico

Esta semana que comienza, iniciamos no sólo nuestro trabajo legislativo  en la Cámara de Diputados federal que, ya lo hemos comentado, va a ser arduo pero también va a significar una nueva lucha para tratar de evitar que las leyes secundarias en materia energética, educativa y laboral, particularmente, pasen en perjuicio de la población en general.
 
Por Roberto López Rosado
 
Nos vamos a encontrar también en los próximos tres meses una iniciativa de “reforma profunda” que ya Enrique Peña Nieto ha anunciado en materia agraria. La senadora Dolores Padierna ha dicho que se desconoce los términos de esta pero que como botón de muestra, el Ejecutivo federal ya nos adelantó algo. Ese algo se refiere al artículo 8º transitorio de la reforma energética que se llama “expropiación automática”. Este artículo habla de que las actividades petroleras y energéticas se consideran de interés social y  de orden público. Que las actividades petroleras tendrán preferencia sobre cualquier otra actividad que implique el aprovechamiento de la superficie de los terrenos.
Esto quiere decir lisa y llanamente que las empresas petroleras privadas tendrán prioridad sobre los dueños de la superficie. En pocas palabras las tierras de los campesinos les pertenecerán.
Por esto ha sido interesante que este 2014 haya sido declarado como “Año Internacional de la Agricultura Familiar” y que el Movimiento Nacional por la Esperanza haya convocado el pasado fin de semana al Encuentro Nacional por la Soberanía Alimentaria y Defensa del Campo.
Por eso, cuando Peña Nieto habló en el aniversario de la Reforma Agraria  de que se llevará al cabo una “reforma profunda” al campo, quienes somos gente de la tierra nos da miedo sus pretensiones y qué pueda suceder. Lo que va a suceder es que la transformación al campo mexicano que presumen, está basado en el modelo neoliberal que ya nos aplicó Carlos Salinas de Gortari, es decir, profundizar en la privatización del ejido, de las tierras comunales, la apertura indiscriminada a las grandes trasnacionales de la agroindustria y a un asunto que puede ser mucho muy peligroso, la privatización del agua y de los servicios hidráulicos.
Desde hace varias décadas, México perdió su soberanía alimentaria. Una gran parte de las semillas que comemos las tenemos que comprar afuera cuando tenemos grandes extensiones territoriales para ser autosuficientes. La dependencia alimentaria, la nutrición y la seguridad alimentaria comprometen no sólo los derechos y modos de vida de millones de campesinos y de la población sino que a la vez vulneran peligrosamente la independencia y la economía de la nación así como los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de la población.
Desde hace varios sexenios, los grandes consorcios agroindustriales nacionales y extranjeros han sido los beneficiarios que les permite no pagar impuestos, tener créditos favorables y especular con los precios de los granos básicos. El gobierno simplemente se hace de la vista gorda y se le “olvida” que está obligado a sancionar esa práctica.
En fin, estamos ante una grave situación del campo que requiere de una política agropecuaria que contribuya a la generación de más ganancias a los dueños sociales de la tierra y construir un modelo para transitar de los programas asistenciales hacia programas productivos que active la economía de todo el país.
Lo decía líneas arriba, el trabajo va a ser arduo pero nuestra lucha por detener las intenciones del gobierno priísta aliado a los panistas que buscan que el congreso apruebe una nueva Reforma Agraria que le ponga la cereza al pastel, llamado Tratado de Libre Comercio de América del Norte en su capítulo agropecuario que a 20 años de haber entrado en vigor, el más afectado ha sido el campo y los campesinos de nuestro país.
Debemos hacer cambios jurídicos a fin de garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria para proteger la producción que verdaderamente proteja al campo  y a los minifundistas y no a los grandes agroindustriales del país y del extranjero.
Debemos fortalecer la agricultura familiar y campesina en lugar de quererla aniquilar con modelos de certeza jurídica sobre la tenencia de la tierra y eliminación de la comunidad; no debemos de poner a producir al minifundio en la lógica capitalista porque evidentemente el pez grande se come al chico, lección que nadie debemos olvidar.
 

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