El pasado sábado se festejó en México y en el mundo el Día Internacional de la Mujer. Mi compañera diputada del PRD, Lorenia Valles Sampedro demandó a los gobiernos federal y estatales, a dejar de hacer homenajes, festejos y discursos para las “hermosas mujeres” y pasar a los hechos para cumplir las promesas que cada 8 de marzo se comprometen.
Por: Roberto López Rosado*
Sí, cada año es el mismo ritual donde se habla y se les echan flores a las mujeres. Efectivamente pareciera que en todo esto hay una actitud de hipócrita, porque mientras se les festeja, en los hechos las promesas no se cumplen. Desde la misma izquierda hay una actitud beata sobre esto mismo. Se habla de una posición “progresista” pero que en el fondo se ejerce una visión conservadora, puritana sobre los derechos de las mujeres. Ya no se diga de la derecha que también habla de los derechos de las mujeres pero que ejerce sobre ellas un machismo de closet.
¿A qué viene todo lo anterior? Viene porque por el tema de los usos y costumbres que siguen vigente en un gran número de poblaciones del país, particularmente las que tienen que ver con las mujeres. En muchos pueblos las femeninas se les vende, se les cambia por un animal, se les obliga a casarse con quien el padre o el hermano mayor decida, están recluidas en sus casas en calidad de criadas. Es decir, el hombre determina su suerte.
Es necesario que estos usos y costumbres, esta forma de cultura debe de cambiar, pero deben ser las propias comunidades las que tomen esta decisión y erradicar estas tradiciones y no deben ser los intereses extraños los que les impongan los cambios. Es cierto que los usos y costumbres han limitado la participación de las mujeres y han significado un freno para su desarrollo pleno como el poder participar y acceder a los espacios de poder político en cada una de sus comunidades.
Es inadmisible justificar la venta de niñas y mujeres con propósitos de matrimonio o para el trabajo doméstico por usos y costumbres en algunos pueblos indígenas de nuestro país, pero el asunto tiene, insisto, una connotación cultural, pero como ya decía, no debe ser a partir de una imposición, situación que por fortuna un buen número de pueblos, particularmente hablo de Oaxaca, han empezado a romper y a reflexiona sobre ese viejo esquema que afirmo, es violatorio de derechos humanos.
Por ello, estoy porque se fortalezcan los usos y costumbres a partir de una reglamentación que abra la participación de las mujeres en diferentes ámbitos de la vida de la comunidad, así como los espacios de poder públicos en este sistema.
La participación de las mujeres en todos los niveles de la vida pública, en la cultura, en el comercio, en la política, en el deporte, en la academia, etcétera, es muy importante como el hecho mismo que las mujeres indígenas están alzado la voz para no permitir que los usos y costumbres vayan en contra de su dignidad, amén de que han considerado la necesidad reglamentar estas prácticas de la vida de las comunidades.
La vocación de servicio en nuestros pueblos, se fomenta desde la niñez y los primeros cargos como el de Topiles que son algo así como los policías, auxiliares que hacen trabajos elementales, sin embargo, insisto, estas prácticas ancestrales que muchos consideran deben respetarse, hay también toda una posición, inclusive de las propias comunidades, de la urgente necesidad de desterrarlas. Hay usos y costumbres como el Tequio que se debe fomentar, pero no para explotar o aprovecharse de una mujer o un hombre.
Tenemos que convivir con una visión distinta de las comunidades rurales. Una visión que hay quien califica de “occidental” pero que considero, sí es permitible, por lo que es necesario que todas las autoridades de Oaxaca y las organizaciones sociales y políticas, impulsemos la construcción cultural de la democracia plena en nuestras comunidades a partir del respeto a la legalidad constitucional y el impulso a armonizar nuestra vida comunitaria con nuestras propias leyes, usos y costumbres.
*Diputado Federal de Oaxaca
